Todo parto consta de tres fases y llegar aquí no ha sido fácil, pues primero habremos pasado por todo el embarazo y la preparación para el parto.
La primera etapa del parto es la fase de dilatación, que se puede subdividir a su vez en dos períodos:
Comienza a borrarse el cuello del útero, proceso imprescindible para que el parto vaya a un ritmo adecuado. En las mujeres primerizas, habitualmente el cuello se borra prácticamente al completo primero, para posteriormente dilatarse. En las mujeres multíparas, es decir, que han tenido ya más hijos, el proceso de borramiento y dilatación se puede dar simultáneamente.
Es normal presentar un manchado levemente sanguinolento asociado a este borramiento y dilatación inicial. Siempre y cuando sea menor en cantidad a una menstruación, no debe preocuparnos.
Esta fase inicial tiene un periodo muy variable de duración, alcanzando incluso hasta las 20 horas. Esta fase finaliza cuando alcanzamos los 3-5 cm de dilatación asociados a un cérvix totalmente borrado.
A partir de este momento, lo normal es que el parto adquiera mayor velocidad. Tradicionalmente, nos guiamos por las curvas de Zhang para valorar la adecuada dilatación del parto. Hoy en día existen curvas más actualizadas, valorando a cada embarazada de forma individualizada en función de sus características particulares y de la toma de decisiones compartidas.
El feto empieza a buscar su camino en el canal del parto y finaliza una vez que se alcanza la dilatación completa, que suele corresponderse con unos 10 cm de dilatación.
Durante toda la fase de dilatación es importante confiar en el equipo de profesionales que te acompañan. Si os encontráis con buen estado general y habéis optado por no utilizar analgesia epidural como método para control del dolor intraparto, es importante moverse durante esta fase de dilatación, para favorecer los movimientos fetales en la pelvis materna.
Una vez hemos alcanzado esta dilatación completa, pasamos a la segunda fase o etapa del parto, denominada fase de expulsivo. Las contracciones uterinas irán guiando a vuestro bebé a través de los diferentes planos de la pelvis. Hay cuatro puntos de referencia o alturas que nos sirven para valorar la adecuada evolución y descenso a través del canal del parto.
Es normal notar sensación de presión, incluso ganas de empujar, aunque se haya utilizado la técnica de la epidural para el control del dolor. Es muy importante transmitir a tu equipo de matronas y ginecólogos cuáles son tus sensaciones en todo momento, para que te orienten sobre cómo realizar los pujos, aunque el instinto, en la mayoría de las veces, sabe ayudar a la perfección.
Una vez que se ha alcanzado el último plano o altura (ya se ve la cabecita del bebé a través del introito), se producen una serie de mecanismos que permiten que pueda salir por la pelvis, adaptando sus diámetros máximos al tamaño de la pelvis materna. Para que los conozcáis, estos mecanismos se denominan de encajamiento, descenso, flexión, rotación interna, deflexión, rotación externa, descenso del hombro anterior y expulsión.
En este momento habrá nacido vuestro bebé. Es el momento de realizar el clampaje del cordón umbilical según la técnica que adopte cada centro o según lo acordado con la paciente (temprano o tardío cuando deja de latir).
Es muy importante que todos los hospitales estemos concienciados con la realización del piel-con-piel inmediato con la madre (nunca debemos olvidar a la pareja o acompañante de la paciente como parte imprescindible de un parto), siempre y cuando las condiciones de seguridad lo permitan. Están más que demostrados los beneficios que aporta en relación con el vínculo, el control del dolor, la lactancia, etc. No siempre se puede realizar, ya que en ocasiones es necesaria una valoración del recién nacido por parte del equipo de Pediatría. En estos casos, y una vez que se ha completado la evaluación y el manejo en caso de ser necesario, debe regresar con la madre para establecer este contacto piel-con-piel.
El alumbramiento es la última fase o etapa del parto. Aunque sea poco conocido, esta es la fase más peligrosa de todo el embarazo y con la que más cuidado tenemos que manejar a nuestras mujeres embarazadas.
En ella se produce la expulsión de la placenta. Ocurre habitualmente entre los 5 y los 20 minutos tras el nacimiento. Es muy importante revisar que se haya expulsado adecuadamente toda la placenta y las membranas fetales, así evitamos una posible retención de restos gestacionales que pueda desembocar en una hemorragia puerperal (sangrado excesivo).
Una vez que se ha producido la expulsión placentaria completa, debemos buscar la adecuada “involución uterina”, para que el útero recupere su tamaño y contractilidad para evitar un sangrado inadecuado.
Habitualmente, durante un periodo variable de unas 2 horas tras el parto, se controla a la mujer y al recién nacido en un ambiente cercano al paritorio, para vigilar signos de mala evolución tras el parto, sobre todo de sangrado y contracción uterina.
A la hora de decidir el centro donde dar a luz, es importante que os informéis de su tasa de partos vaginales, partos instrumentados, cesáreas, índice de complejidad, recursos para asistencia para la madre y el recién nacido, etc. Hoy en día, se realiza una obstetricia de excelencia y calidad en prácticamente la totalidad de los hospitales, con información adecuada y toma de decisiones compartida bajo las condiciones de seguridad que te provee un centro hospitalario adecuadamente acreditado.
Rodrigo Orozco Fernández
Jefe de Servicio de Obstetricia y Ginecología
Hospital Universitario Quirónsalud de Málaga